Estaba, en una ciudad
muy lejana,
un unicornio al escondite jugando.
Mas las horas estaban muy pesadas.
Se llamaba Cleo y era muy despistada.
Como ese era uno de los adjetivos que la
identificarían,
se olvida del juego y observa fijamente
una casa morada.
Allí había uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis unicornios.
¡Qué coincidencia! ¡Se parecían mucho a
sus amiguetes!
Leo, Acuario, Cáncer, Piscis, Géminis y
Capricornio.
Ella pensó en algo disparatado y al ser siete
sus amigos y ella sería un plan perfecto.
Primero a su casa debía esconderse.
De camino a ella se encuentra con un
jinete.
Este le dice un increíble e impresionante
secreto.
Mas se lo cuenta, no se lo dice.
“Antes de ir a tu casa debes reflexionar,
¿por qué a tus amigos se les habría
ocurrido no jugar más?
Entonces Cleo se para a pensar,
¡el jinete tenía mucha razón!
Ahora tiene que el cuento aplicar.
Mas antes de decir ni mu, se tropiezan
con un aguijón.
Pero no uno de los que se apodan
cualquiera.
Sino, como es día de
Sol, su nombre es Tom.
El humilde aguijón le intenta explicar,
que sus amigos están en un lejano lugar.
“Se han ido a aquella tienda con el Dios
de la Tierra,
a por más pintura si yo oí bien”.
Cleo no lo dudó y se fue como una
aventurera.
CONTINUARÁ…
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